lunes, 23 de enero de 2017

Ezequías, El Buen Rey - Historias De La Biblia En Hebreo

Ezequías, El Buen Rey - Historias De La Biblia En Hebreo


Historias de la Biblia hebrea

EZEQUÍAS, EL BUEN REY






Historia 95 – 2 Reyes 18:1-21:21; 2 Crónicas 29:1-32:33; Isaías 35:1-38:22

Después que Acaz, el cual fue el rey más malvado de Judá, vino
Ezequías el mejor de los reyes. Hizo lo que el profeta Isaías le mandó y
obedeció los mandamientos del Señor. En el primer mes de su reino,
cuando tan sólo era un joven, juntó a los sacerdotes y a los levitas que
estaban a cargo de la casa del Señor y les dijo: “Hijos míos, regresen
al Señor una vez más y sírvanle sólo a él; purifíquense y hagan sus
mandamientos. Ahora abran las puertas de la casa del Señor que han
estado cerradas por tantos años. Saquen todos los ídolos que están en el
templo del Señor. Es un hecho que los hijos de Israel se rebelaron e
hicieron lo que ofende al Señor nuestro Dios, por eso la ira del Señor
cayó sobre nosotros y nos ha entregado a nuestros enemigos. Ahora
regresemos al Señor y hagamos un pacto de servirle nuevamente. Así que
hijos míos, no sean negligentes, pues el Señor los ha escogido a ustedes
para que estén en su presencia, y le sirvan, y sean sus ministros en su
adoración, no descuiden el trabajo que les ha dado”.
Entonces abrieron el templo como lo
habían hecho años antes y sacaron los ídolos; y una vez más purificaron
el altar y empezaron a ofrecer holocaustos cada día. Encendieron las
lámparas en el lugar santo y el sacerdote ofreció incienso en el altar
dorado, mientras los levitas cantaban salmos de David y las trompetas
plateadas tocaban. Por primera vez en muchos años, el pueblo se reunió a
adorar en el templo.
Si recuerdas, la gran celebración de la
Pascua les ayudaba a recordar a los hijos de Israel cómo habían salido
de Egipto. Ya hacía mucho tiempo que el pueblo no había observado la
Pascua, ni en Judá ni en Israel. El rey Ezequías mandó una orden a la
gente de Judá que se reunieran en Jerusalén para adorar al Señor en
esta celebración. También mandó hombres a la tierra de Israel, las doce
tribus para que fueran a Jerusalén para adorar con sus hermanos de
Judá. En ese entonces, Oseas, el último rey de Israel estaba reinando;
lo sirios controlaban la tierra y el reino estaba en malas condiciones a
punto de acabar.  La mayoría de la gente en Israel eran idólatras y se
habían olvidado de los mandamientos de Dios; así que se rieron de los
mensajeros del rey Ezequías y no quisieron ir a la celebración. Pero
algunos habían escuchado la palabra de los profetas del Señor y se
reunieron con los hombres de Judá para adorar. Cada familia rostizó un
cabrito y comieron pan sin levadura. Adoraron a Dios que los rescató de
Egipto para darles su propia tierra.
Después que la celebración se hubiera
terminado, la gente renovó su devoción por Dios; y el rey Ezequías
destruyó todos los ídolos que se encontraban en Judá. Mandó a sus 
hombres para que derribaran las imágenes en mil pedazos junto con todos
los altares de los dioses falsos, y hasta que cortaran los árboles
donde habían estado los altares. Si recuerdas, Moisés hizo una
serpiente de latón en el desierto; dicha imagen estaba en Jerusalén en
los tiempos de Ezequías. La gente estaba adorándola y le ofrecían
incienso. Ezequías  dijo: “No es nada más que un pedazo de latón”, y
ordenó que la quebraran. Por todas partes, convocó al pueblo para que
dejaran la adoración de ídolos, que se deshicieran de ellos y que se
volvieran a Dios.
Cuando Ezequías tomó el trono, los
reinos de Israel, Siria y Judá, junto con las regiones cercanas a
ellos, estaban bajo el poder del gran reino de Asiria. Cada región
tenía su propio rey, pero todas estaban bajo el dominio de Asiria; y
cada año el rey les ponía impuestos más pesados. Después de algunos
años, Ezequías sintió que su reino era lo suficientemente fuerte para
independizarse de Asiria. Ezequías se rehusó a seguir pagando los
impuestos, así que construyó la muralla de Jerusalén más alta, juntó a
su ejército y se preparó para el ataque. Sin embargo, Senaquerib, rey
de Asiria fue a Judá con su gran ejército y conquistó todas las
ciudades al oeste de Judá y planeaba invadir Jerusalén. Entonces
Ezequías cometió un error, él no pudo pelear contra Asiria, la nación
más poderosa de esa parte del mundo. Y le mandó este mensaje al rey de
Asiria: “Yo he actuado mal. Si tú te retiras, te pagaré cualquier
cantidad  que quieras. Perdóname por lo pasado”.
Entonces el rey de Asiria les puso a
Ezequías y al pueblo impuestos más altos que antes. Para conseguir el
dinero, el rey Ezequías usó toda la plata que estaba guardada en el
templo del Señor y en el tesoro del palacio, y todo lo que pudo
encontrar del pueblo; y así se lo mandó todo al rey de Asiria. Pero ni
de esa manera el rey de Asiria estaba conforme, entonces le envió este
mensaje: “Vamos a destruir la ciudad, vamos a tomarlos cautivos y
llevarlos a una tierra lejana, tal y como lo hemos hecho con la gente de
Israel y con muchos más. Los dioses de otras naciones no han podido
detenernos, así como su Dios no va a poder salvarlos tampoco. Ahora,
ríndanse al gran rey de Asiria y vayan a la tierra donde los mandará”.
Cuando el rey Ezequías oyó esto, se
llenó de miedo. Llevó la carta a la casa del Señor, la puso en el altar
y, le pidió al Señor que salvara a su gente. Luego, envió a los
príncipes a ver al profeta Isaías para que le dieran la palabra del
Señor, y esto fue lo que Isaías les dijo: “El Señor dice: – El rey de
Asiria no entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola
flecha. Volverá por el mismo camino que vino. Morirá con la espada de
su propia tierra. Por mi causa, y por consideración a David mi siervo,
defenderé esta ciudad y la salvaré”.
En ese momento, Senaquerib, rey de
Asiria oyó  que un ejército enorme de otra tierra que se acercaba a su
campamento. Se dio la media vuelta y se marchó de Judá para enfrentar
al nuevo enemigo. Y el Señor mandó una plaga horrible al ejército de
Asiria, y en una noche, casi doscientos mil soldados murieron en el
campamento. El rey Senaquerib se apresuró a su regreso a su tierra. Y
nunca más ni él ni su ejército regresaron a la tierra de Judá.
Cierto día, Senaquerib se encontraba
adorando en el templo de uno de sus dioses en Nínive, la ciudad
principal, cuando dos de sus propios hijos lo mataron a espada y
escaparon a una tierra lejana. Y su hijo Esarjadón lo sucedió en el
trono, y gobernó  en todas las regiones que estaban bajo el poder de
Asiria. Así salvó el Señor su ciudad y su pueblo de sus enemigos,
porque invocaron su nombre. Durante el tiempo que Asiria estaba en la
tierra y su reino estaba en peligro; el rey Ezequías se enfermó
gravemente con una enfermedad incurable, quizá podría haber sido cáncer,
y no había cura para él. Y el profeta Isaías le dijo: “Así dice el
Señor: – Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás.
Ezequías volvió el rostro hacia la
pared y le rogó al Señor: “Recuerda, Señor, que yo me he conducido
delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo
que te agrada. Permíteme vivir, Señor”. Entonces, el Señor escuchó la
oración de Ezequías y antes que Isaías llegar a la mitad de la ciudad,
el Señor le dijo: “Regresa y dile a Ezequías, el príncipe de mi gente:
El Señor dice así: – He escuchado tu oración. Te recuperarás y en tres
días irás a la casa del Señor. Voy a darte quince años más de vida. Y a
ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria.
Entonces Isaías el profeta, fue a
Ezequías y le dio la palabra del Señor, también le dijo que se pusiera
un yeso de higos en su tumor y que así se curaría. Cuando Ezequías
escuchó las palabras de Isaías, le dijo: “¿Qué señal recibiré para
confirmar que me curaré y que iré nuevamente a la casa del Señor?” 
Isaías le respondió: “El Señor te dará una señal, y tú la escogerás.
¿Quieres que la sombra del sol retroceda diez grados o que se adelante
diez grados?”
Había un reloj de sol cerca del
palacio en el cual se podía ver la hora, ya que no tenían relojes
mecánicos en esa era de la historia. Y Ezequías dijo: “Es más fácil que
la sombra se adelante diez grados. Quiero que se atrase diez grados”.
El profeta oró al Señor, y el Señor lo escuchó. Entonces el Señor hizo
que la luz de sol se retrocediera diez grados. Y en tres días, Ezequías
se sentía tan bien que fue a adorar en la casa del Señor. Ezequías
vivió con honor por quince años más; y cuando murió, toda la tierra
guardó luto por la muerte del mejor rey de todos
.

  


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